dos textos oportunistas.
del libro: la libertad: ciudad de paso
Tijuana no se enciende por completo
Son las seis con diez minutos.
La luz de un día de pocas cenizas mancha en lo violeta.
(Residuos del incendio de la ciudad vecina)
Desde mi única ventana miro cómo Tijuana se enciende.
Los postes se iluminan, a destiempo y variando tonos.
Del alumbrado público seguro te llevaste algún recuerdo:
papalote enredado en tus cables,
la propaganda política de los postes
a tres partidos al mismo tiempo en 15 campañas distintas,
perros que se tallaron el aceite caliente
que vierte un vecino misericordioso,
tus primeros besos, escondidos ahí,
donde la luz no llega por azares de la física.
Sé también que te llevaste el recuerdo de los apagones.
El salir con vela encendida a platicar con los vecinos
de cómo era la calle antes de que se fueran todos.
A ti también te recordarían con el tallar de los cerillos
en noches oscuras, sabiendo que tu ciudad será siempre un desierto.
La noche que te marchaste entraba luz por el parabrisas,
cortaba tu cara, te iluminaba el torso.
Se olvidaba de tus piernas escondidas bajo el volante de un carro
con muchas luces y al fin oscuro.
Por último (y tal vez sea ésta la más importante de mis conjeturas),
que de vez en vez recuerdas de mi casa, tonterías como éstas.
Déjame ayudarte: son las 7:00 y desde mi ventana lo puedo ver:
Tijuana: completamente encendida.
Fuego
Dicen los noticieros que San Diego se quema,
que alguien olvidó apagar una fogata.
Casas enteras hechas carbón, gente desalojada:
se quema la primavera de una falda floreada
la firma de papeles importantes
los negativos de las fotos de familia.
El cielo está rojo, cae ceniza.
Yo sé que fuiste tú: piromaniaca en serie.
Aún puedo oler el humo de mis paredes.
Todavía la imagen de esta ciudad ardiendo por completo.
Con el dedo en el lente enfoco lo que tus dedos encienden.
Aquí el cielo se puso rojo como tus pupilas frente al flash
pero no sonríes.
Dicen los noticieros que el culpable seguramente huyó a Tijuana.
Aquí te espero. Llama.
del libro: la libertad: ciudad de paso
Tijuana no se enciende por completo
Son las seis con diez minutos.
La luz de un día de pocas cenizas mancha en lo violeta.
(Residuos del incendio de la ciudad vecina)
Desde mi única ventana miro cómo Tijuana se enciende.
Los postes se iluminan, a destiempo y variando tonos.
Del alumbrado público seguro te llevaste algún recuerdo:
papalote enredado en tus cables,
la propaganda política de los postes
a tres partidos al mismo tiempo en 15 campañas distintas,
perros que se tallaron el aceite caliente
que vierte un vecino misericordioso,
tus primeros besos, escondidos ahí,
donde la luz no llega por azares de la física.
Sé también que te llevaste el recuerdo de los apagones.
El salir con vela encendida a platicar con los vecinos
de cómo era la calle antes de que se fueran todos.
A ti también te recordarían con el tallar de los cerillos
en noches oscuras, sabiendo que tu ciudad será siempre un desierto.
La noche que te marchaste entraba luz por el parabrisas,
cortaba tu cara, te iluminaba el torso.
Se olvidaba de tus piernas escondidas bajo el volante de un carro
con muchas luces y al fin oscuro.
Por último (y tal vez sea ésta la más importante de mis conjeturas),
que de vez en vez recuerdas de mi casa, tonterías como éstas.
Déjame ayudarte: son las 7:00 y desde mi ventana lo puedo ver:
Tijuana: completamente encendida.
Fuego
Dicen los noticieros que San Diego se quema,
que alguien olvidó apagar una fogata.
Casas enteras hechas carbón, gente desalojada:
se quema la primavera de una falda floreada
la firma de papeles importantes
los negativos de las fotos de familia.
El cielo está rojo, cae ceniza.
Yo sé que fuiste tú: piromaniaca en serie.
Aún puedo oler el humo de mis paredes.
Todavía la imagen de esta ciudad ardiendo por completo.
Con el dedo en el lente enfoco lo que tus dedos encienden.
Aquí el cielo se puso rojo como tus pupilas frente al flash
pero no sonríes.
Dicen los noticieros que el culpable seguramente huyó a Tijuana.
Aquí te espero. Llama.
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