Para zamy: porque no lo quiero mandar a tu correo, no quiero decírtelo en persona (porque soy malísimo para decir las cosas y seguro nomás me agarraría chillando) y porque creo que lo leerás cuando sea tiempo.
Quiero decirte muchas cosas, entre tantas que lo siento y que sé que serás fuerte.
Como no se que más decirte te contaré mi historia.
Cuando murió doña Sara yo tenía 14, primero pensé (y esto es un secreto que ya no es secreto) que ya nadie me podría decir qué hacer y qué no hacer) después no lloré, no lloré hasta que escuché que las cadenas bajaban su ataúd.
En ese instante pensé que la vida no sería igual y tenía razón
Pensé que nunca podría ser feliz completamente sin ella
que no habría quién me cuidara los hijos y decidí no tener hijos
Supe que nunca podría escoger a una mujer porque ella no me ayudaría a decidir y que prácticamente andaría ciego por el mundo. A tientas, queriendo, buscando.
Supe que el mundo por fin tenía fin, que la vida era en verdad un comedor vacío, un aceite 3 en 1 guardado en un cajón por 10 años, un monedero lleno de billetes enrollados, moneditas gastadas y una estampita de san Judas devaluados: dinero y fe.
Pero yo tenía 14 años y quería una novia y besar y vivir más rápido y comerme el mundo con las manos sucias. Ahora, ahora si lloro. Todo el tiempo.
No sé que es lo que te puedo decir, tal vez sería mejor no decir nada, porque nada se puede hacer, la gente se va, siempre, todo el tiempo hasta que nos toca. Y creo que lo mejor es contar historias, la propia, para que uno saque sus cuentas, para juntarnos un día a la semana “vivos anónimos, dolientes anónimos” y ampararnos, poner alguna cuota de llanto, escuchar la historia entrecortada, 5 palabras, 2, las que alcancen a salir: después del silencio el llanto es lo único que nos puede detener las palabras. Semana a semana repetir la ceremonia, saludarnos con risas lox que tenemos años asistiendo y recibir con un abrazo a los nuevos miembros mirándolos a los ojos hinchados.(bienvenida Zamy, te queremos mucho, todos, en esta casa de huérfanos) y después de escuchar la historia de la sesión, (que por hoy es la mía) cada quien regresa a su casa no sin antes pasar a comprar algo para cocinar, desempolvar los muebles y sentarse al comedor, mientras ellas rezan desde donde estén, para que por la noche podamos descansar en paz.
Aquí estamos Zamy.
Quiero decirte muchas cosas, entre tantas que lo siento y que sé que serás fuerte.
Como no se que más decirte te contaré mi historia.
Cuando murió doña Sara yo tenía 14, primero pensé (y esto es un secreto que ya no es secreto) que ya nadie me podría decir qué hacer y qué no hacer) después no lloré, no lloré hasta que escuché que las cadenas bajaban su ataúd.
En ese instante pensé que la vida no sería igual y tenía razón
Pensé que nunca podría ser feliz completamente sin ella
que no habría quién me cuidara los hijos y decidí no tener hijos
Supe que nunca podría escoger a una mujer porque ella no me ayudaría a decidir y que prácticamente andaría ciego por el mundo. A tientas, queriendo, buscando.
Supe que el mundo por fin tenía fin, que la vida era en verdad un comedor vacío, un aceite 3 en 1 guardado en un cajón por 10 años, un monedero lleno de billetes enrollados, moneditas gastadas y una estampita de san Judas devaluados: dinero y fe.
Pero yo tenía 14 años y quería una novia y besar y vivir más rápido y comerme el mundo con las manos sucias. Ahora, ahora si lloro. Todo el tiempo.
No sé que es lo que te puedo decir, tal vez sería mejor no decir nada, porque nada se puede hacer, la gente se va, siempre, todo el tiempo hasta que nos toca. Y creo que lo mejor es contar historias, la propia, para que uno saque sus cuentas, para juntarnos un día a la semana “vivos anónimos, dolientes anónimos” y ampararnos, poner alguna cuota de llanto, escuchar la historia entrecortada, 5 palabras, 2, las que alcancen a salir: después del silencio el llanto es lo único que nos puede detener las palabras. Semana a semana repetir la ceremonia, saludarnos con risas lox que tenemos años asistiendo y recibir con un abrazo a los nuevos miembros mirándolos a los ojos hinchados.(bienvenida Zamy, te queremos mucho, todos, en esta casa de huérfanos) y después de escuchar la historia de la sesión, (que por hoy es la mía) cada quien regresa a su casa no sin antes pasar a comprar algo para cocinar, desempolvar los muebles y sentarse al comedor, mientras ellas rezan desde donde estén, para que por la noche podamos descansar en paz.
Aquí estamos Zamy.
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