Textos leídos en horas de junio hermosillo 2006:
Sacados de: La Libertad: Ciudad de paso
Próximo a publicarse CONACULTA/Cecut 2006
Tijuana es ninfómana
La conocí en terapia, le invité dos cervezas
(al dos por uno).
Me contó historias increíbles para ser tan joven.
Me dijo que Tijuana dentro de Tijuana no cabía.
Confesó que los poetas eran aún peores amantes que los narcos
(ambos valoraban más su respectiva droga que un buen orgasmo).
Sus padres seguían juntos, pero no se hablaban.
La cama estaba dividida.
Me habló de una infancia llena de abusos.
Yo traía mi chamarra de piel gastada
ella era un homenaje post punk a Rita Hayworth.
Comenzó a llorar y afuera la lluvia se tragaba las casas.
VII
Soñé que te tragaba el mar.
Así, tal cual.
Una gran ola nos lamía a todos.
Esta ciudad se convertía en bahía y el muro se llenaba de corales.
VI
En Tijuana la esperanza muere al último
de forma violenta
III
¿Tú crees que las nubes voltean hacia abajo y dicen:
mira, esa ciudad tiene forma de armadillo?
La caída de las torres
Te fuiste cuando se cayeron las torres.
Poquito antes, poquito después, no importa;
cuando se asentó el polvo ya no estabas aquí.
Comencé a cruzar la frontera en bicicleta;
la amarraba a la cerca del trolley,
haciéndole campo entre otras
como se mete un naipe entre cartas esparcidas.
Llorar sobre dos ruedas no es sano.
Tampoco pasar la noche esperando el cruce:
saturación de luces rojas,
demasiado tiempo para pensar en irse.
Esa mañana murió la abuela, 97 años
y monedas siempre en la mano para darme.
No alcanzó a ver los aviones estrellarse
sí la cara de sus hijos o el largometraje de su vida
a la velocidad que cae un cuerpo desde el piso 97.
En casa la noticia golpeó igual de fuerte, se rompieron vidrios:
las lágrimas de mi padre y el silencio de las cosas que se quiebran por dentro.
Aquí también se vino abajo algo, no todo, porque mucho en la casa
está acomodado y sujeto para no caerse.
La experiencia: prepararse para el temblor porque se espera otro,
el grande.
Yo cruzaba en bicicleta para no hacer las horas de cola en carro.
Tú, te fuiste cuando se asentó el polvo.
Exilio (aquí la Silvia me ayudoo a leer lo que está en cursivas)
Hiciste bien.
Aquí no hay nada.
Recoger las llaves, tu bolso con documentos y aire para el camino.
Esta ciudad no perdona a los que huyen.
Surcas una trinchera: arrastras tus dedos por la mesa,
deslizas los pies sobre el tapete: bienvenidos.
Corroe a los que se quedan
Cierras el cancel, revisas el buzón a tu salida.
Diluye a los que vuelven
No te culpo
te espero como migra:
sentado al costado de la puerta y en lugar de perros,
gatos adictos a la soledad que merodean.
Fuego
Dicen los noticieros que San Diego se quema,
que alguien olvidó apagar una fogata.
Casas enteras hechas carbón, gente desalojada:
se quema la primavera de una falda floreada
la firma de papeles importantes
los negativos de las fotos de familia.
El cielo está rojo, cae ceniza.
Yo sé que fuiste tú: piromaniaca en serie.
Aún puedo oler el humo de mis paredes.
Todavía la imagen de esta ciudad ardiendo por completo.
Con el dedo en el lente enfoco lo que tus dedos encienden.
Aquí el cielo se puso rojo como tus pupilas frente al flash
pero no sonríes.
Dicen los noticieros que el culpable seguramente huyó a Tijuana.
Aquí te espero. Llama.
Sacados de: La Libertad: Ciudad de paso
Próximo a publicarse CONACULTA/Cecut 2006
Tijuana es ninfómana
La conocí en terapia, le invité dos cervezas
(al dos por uno).
Me contó historias increíbles para ser tan joven.
Me dijo que Tijuana dentro de Tijuana no cabía.
Confesó que los poetas eran aún peores amantes que los narcos
(ambos valoraban más su respectiva droga que un buen orgasmo).
Sus padres seguían juntos, pero no se hablaban.
La cama estaba dividida.
Me habló de una infancia llena de abusos.
Yo traía mi chamarra de piel gastada
ella era un homenaje post punk a Rita Hayworth.
Comenzó a llorar y afuera la lluvia se tragaba las casas.
VII
Soñé que te tragaba el mar.
Así, tal cual.
Una gran ola nos lamía a todos.
Esta ciudad se convertía en bahía y el muro se llenaba de corales.
VI
En Tijuana la esperanza muere al último
de forma violenta
III
¿Tú crees que las nubes voltean hacia abajo y dicen:
mira, esa ciudad tiene forma de armadillo?
La caída de las torres
Te fuiste cuando se cayeron las torres.
Poquito antes, poquito después, no importa;
cuando se asentó el polvo ya no estabas aquí.
Comencé a cruzar la frontera en bicicleta;
la amarraba a la cerca del trolley,
haciéndole campo entre otras
como se mete un naipe entre cartas esparcidas.
Llorar sobre dos ruedas no es sano.
Tampoco pasar la noche esperando el cruce:
saturación de luces rojas,
demasiado tiempo para pensar en irse.
Esa mañana murió la abuela, 97 años
y monedas siempre en la mano para darme.
No alcanzó a ver los aviones estrellarse
sí la cara de sus hijos o el largometraje de su vida
a la velocidad que cae un cuerpo desde el piso 97.
En casa la noticia golpeó igual de fuerte, se rompieron vidrios:
las lágrimas de mi padre y el silencio de las cosas que se quiebran por dentro.
Aquí también se vino abajo algo, no todo, porque mucho en la casa
está acomodado y sujeto para no caerse.
La experiencia: prepararse para el temblor porque se espera otro,
el grande.
Yo cruzaba en bicicleta para no hacer las horas de cola en carro.
Tú, te fuiste cuando se asentó el polvo.
Exilio (aquí la Silvia me ayudoo a leer lo que está en cursivas)
Hiciste bien.
Aquí no hay nada.
Recoger las llaves, tu bolso con documentos y aire para el camino.
Esta ciudad no perdona a los que huyen.
Surcas una trinchera: arrastras tus dedos por la mesa,
deslizas los pies sobre el tapete: bienvenidos.
Corroe a los que se quedan
Cierras el cancel, revisas el buzón a tu salida.
Diluye a los que vuelven
No te culpo
te espero como migra:
sentado al costado de la puerta y en lugar de perros,
gatos adictos a la soledad que merodean.
Fuego
Dicen los noticieros que San Diego se quema,
que alguien olvidó apagar una fogata.
Casas enteras hechas carbón, gente desalojada:
se quema la primavera de una falda floreada
la firma de papeles importantes
los negativos de las fotos de familia.
El cielo está rojo, cae ceniza.
Yo sé que fuiste tú: piromaniaca en serie.
Aún puedo oler el humo de mis paredes.
Todavía la imagen de esta ciudad ardiendo por completo.
Con el dedo en el lente enfoco lo que tus dedos encienden.
Aquí el cielo se puso rojo como tus pupilas frente al flash
pero no sonríes.
Dicen los noticieros que el culpable seguramente huyó a Tijuana.
Aquí te espero. Llama.
Comentarios