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Tu lugar


Sé que ahora vives por donde un puente largo se hace camino.
Los aviones surcan el parabrisas, desaparecen sobre el techo.
Sé también que tus vecinos son más viejos que la estrella que contemplas.

Ahí, en tu lugar, café y soledad en vasitos de foam;
máquina de monedas que ilumina los escalones de tu departamento.
Al lado, la pequeña lavandería:
gente que vuelve a estar sola cincuenta años después
olor a ropa limpia
contacto de blusa tibia.

Una señora descansa su canasta junto a la tuya.
Te habla, encuentra semejanzas con alguien a quien ya ha olvidado.
Te pregunta qué es de tu vida para heredar consejos.

Doblas una manga; alisas la tela para calmar alguna arruga.
Dices que tú también usas aceite de olivo
que el farmacéutico es, en efecto, un inepto.

La última ropa en la secadora sigue su ciclo.
Doblas un cuello y buscas a ciegas un ojal para un botón caliente.
Ella sigue hablando: no hace mucho que se me fue.

Te despides, rompes el nudo con el que ataron décadas,
lo que llevó doblar: ocho blusas, tres pares de calcetas y cinco pantalones.

Cuando le das la espalda, su sonrisa desaparece
busca el jabón en polvo y el suavizante
Tu sonrisa, de igual forma, se pierde al recordar el siguiente quehacer.
Subes las escaleras con tu canasta de consejos.

Un avión vuela sobre un puente. Lo puedes oír.
Mi barbilla apoyada al volante, aferrándome a la imagen:
un avión que vuela bajo.
Abres tu puerta, ella vierte el jabón. Sé que tú vives por aquí.

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