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Cuando te quedas dormida sobre el comedor
Cuando te tiendes sobre el pasto y te cubres la cara del sol
Cuando juegas a las escondidas
Cuando lloras y no quieres que te vean
Cuando te secas el sudor de la frente y tienes las manos ocupadas
¿Entonces – y en muchas otras ocasiones- no te has preguntado cómo es que tu cara cabe exactamente en tu brazo flexionado, tu nariz en el cuenco que forma el codo? Como si así viniéramos antes de separarnos, cuando éramos bolita.
Si, sí te lo has preguntado, dime entonces que pasa con tu otro brazo, ¿ahí que había?

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