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La libertad es una sala de espera.   

Aquí esperamos los resultados de nuestro análisis etnográfico: especie al margen.
Del otro lado de la libertad operan a nuestros familiares
nace un sobrino más con futuro, ciudadanía, seguro social y foto de ultrasonido
esperamos el despegue de algún hermano por fin a la escuela
o el arribo de un camión donde viene dormido el primo más valiente 
mientras: leemos un poco o miramos una tele que pende del techo.

La libertad se delinea con un muro metálico.

En este cuelgan su ropa mis vecinas
presumiendo que acá también hay versace.

En la cuarta pared del teatro de Brecht se recarga el que espera el cruce
y los perros duermen a la sombra del muro, del lado libre.

No siempre fue así, antes la delineaba un alambre
los viejos que se quedaron de este lado sabían que la libertad era primero
empieza ahí a la mitad de un cerro, cerca de un río, mirando hacia el pacífico.

Mi colonia es una vieja con maletas, justo afuera de las rejas y muy lejos del control.

Aquí la gente se asentó donde pudo después sus hijos emigraron
a trabajar primero, y a vivir por último.

La libertad es una broma dulce, una colonia, una premonición.

En esta ciudad de paso hay un lugar para quedarse.

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